sábado, 17 de abril de 2010

El Tempranillo

(1805-1833)

"De Puente Genil a Lucena, de Loja a Benamejí, las mocitas de Sierra Morena se mueren de pena llorando por ti"...

Esta popular copla se cantaba cuando "Fernando VII era el rey de las Españas y José María "el Tempranillo" el amo de Andalucía". El bandolero impuso su dominio sobre la serranía durante una década ganándose el respeto y el temor que suscitaban su nombre y su leyenda... "cuando hace frente José María, tiembla la gente de Andalucía". Su generosidad con los humildes motivó que estos se convirtieran en espontáneos espías y confidentes, lo que le garantizó su pervivencia.
Y así comienza la leyenda de José María Hinojosa Cobacho, más conocido por José María, "el Tempranillo", aquel que naciera en Jauja, al sur de Córdoba, una aldea de Lucena a la orilla del Genil, el 21 de junio de 1805. De su niñez se sabe bien poco. Muy joven, las dificultades económicas por las que atravesaba su familia le obligaron a trasladarse a Montilla. A la temprana edad de once años su padre murió de un disparo, en un supuesto accidente de caza. Años más tarde supo que esa muerte no fue accidental y conoció a su asesino, un rico hacendado de la zona. Su venganza no se hizo de esperar. Escondido en el recodo de un camino esperó a la llegada de su víctima y la mató de un disparo. Tenía diecisiete años de edad.

Tras la muerte se ocultó en el cortijo conocido como "Monte Alto", dándole albergue una mujer llamada María Fuensanta quien, al contarle lo ocurrido, exclamó: - ¡Tempranillo has empesao... tempranillo!. Las visitas al cortijo y los encuentros con la joven se repitieron posteriormente. Esto cegó de celos a un gitano apodado "Chuchito", quien pretendía a la joven. Este enfrentamiento terminó en un duelo a navajas durante la romería de San Miguel, en el que "Chuchito" resulto herido de muerte. José María no había cumplido los dieciocho años y ya contaba con dos muerte en su haber. ¡Tempranillo había empesao... tempranillo!.

La búsqueda del bandolero fue decretada por el corregidor Pedro Aurioles. Éste, para forzar la entrega del "Tempranillo", mandó detener a María, su madre. Pero en contra de toda previsión José María secuestró a la hija del funcionario. Días más tarde el mandatario pondría en libertad a María a cambio de la entrega de la joven. A la edad de 22 años "el Tempranillo" era una leyenda viva.

Sobre su aspecto físico, una orden de captura dictada contra él en febrero de 1830 decía: "el tal Tempranillo es hombre de una estatura de cinco pies escasos, grueso y rubio. Tiene el labio superior un poco levantado y es alegre de cara". Otros autores añadieron que, al parecer, su cuerpo era algo desproporcionado para sus piernas, que estaban ligeramente arqueadas.

José María también pasó por la vicaría. Se casó con María Jerónima Francés, con la que tuvo su único hijo. La mujer fallecería durante el parto.


"El Tempranillo" tenía 26 años y la Real Audiencia de Córdoba ya ofrecía ocho mil reales "a quien lo entregue vivo o muerto". Sobre esta recompensa se cuenta anecdóticamente que José María se dirigió hasta el edificio del Gobierno Civil de Córdoba, acompañado de tres miembros de su banda. Pidió hablar a solas con el Gobernador argumentando que iba a descubrirle dónde se encontraba el buscado bandolero. Pidió al funcionario que le mostrase si realmente disponía del dinero. El Gobernador sacó de un cajón una bolsa que contenía la prometida cantidad. Entonces José María le contesto: -"Lo tiene delante suyo. Yo soy "El Tempranillo". Acto seguido le arrebató el dinero, lo amordazó y ató al sillón, huyendo por la ventana. Al otro lado le esperaban sus compañeros con los que huyó.

En 1832 la popularidad del bandido era tan grande en Córdoba que se hablaba más de él que de la grave enfermedad que afectaba al Rey, de la que fallecería un año después.

Sobre su fama no cabe la menor duda que contribuyó en gran manera su manera de actuar. Pero también que innumerables viajeros escribieran mucho y bien de él. Bernaldo de Quirós dijo: "José María es el gran inventor de la criminología del campo andaluz, estableciendo una evolución más refinada del bandolerismo. Procuraba eludir la violencia implantando la costumbre del tributo exigido al viajero de una forma casi cortés, ofreciéndole, en un caprichoso intercambio, la salvaguarda de su fuerza y su influencia para preservarle de las asechanzas de los demás bandidos de menor envergadura que pululaban por la tierra andaluza".

Merimée, en La Revista de París, escribió sobre "El Tempranillo": "cuando detenía una diligencia hasta daba la mano gentilmente a las señoras para que bajaran, cuidando incluso de que pudieran sentarse en el mayor confort a la sombra. Sus cumplidos no tenían par: "iAh!, señora -sustrayendo la sortija del dedo de una mujer-, una mano tan bonita, no necesita adornos. Y al mismo tiempo que desliza la sortija a lo largo del dedo, besará la mano con un ademán capaz de hacer creer, según la expresión de una señora española, que el beso tiene para él más precio que la sortija. La sortija la toma como por distracción, pero el beso se prolongará cuanto pueda. Otro escritor francés, el barón Davillier, escribiría treinta años después de la muerte del "Tempranillo": "era el auténtico modelo de bandido cortés y caballeroso''. Incluso el popular y tristemente desaparecido cantautor andaluz Carlos Cano entonaba estas coplas: !Qué maravilla, quinientos migueletes y no lo pillan. Lo buscan por Lucena y está en Sevilla! !Quién lo diría que un Rey manda en España! !Quién lo diría, cuando en la sierra manda José María!

Su fama llegó incluso a oídos de la Corte. La simpatía que profesaba el pueblo al bandolero era tal que el propio Rey Fernando VII llegó a la conclusión de que no había modo de acabar por la fuerza con "el Tempranillo". Así que ese mismo año de 1832 el monarca no sólo concedió el indulto al "Tempranillo" sino que le propuso crear, en unión de quienes le habían acompañado en sus fechorías, un escuadrón de caballería al que denominó "Franco de Protección y Seguridad Pública de Andalucía". José María, cansado de vagar por la serranía con temores y recelos, acepta, convirtiéndose en comandante de este grupo.

Conocedor de caminos y senderos frecuentados por los salteadores, el escuadrón del "Tempranillo" persigue sin descanso y detiene a cada vez más delincuentes.

Un año después, el 22 de septiembre de 1833, un bandolero sin historia ni leyenda, apodado el "Barberillo", hirió de muerte a José María en un enfrentamiento en el cortijo de Buenavista, en las inmediaciones de la sierra de la Camorra, junto a la población de Alameda. Moría la leyenda "viva", pero su recuerdo nunca pudo desaparecer.

Los restos mortales de José María "El Tempranillo" descansan en la iglesia de esa última población. Una lápida colocada en el suelo recuerda al visitante que "Aquí reposan los restos mortales del Comandante José María Hinojosa Cobacho, Jefe del Escuadrón Franco y de Protección y de Seguridad de Andalucía, muerto en acto de servicio el 22 de septiembre de 1883". Alguien se encargaría de añadir "Aquí yace el Rey de Sierra Morena".

Casi cien años después la vida y leyenda de José María Hinojosa Cobacho, alias "El Tempranillo", quedaba inmortalizada en la gran pantalla de la mano del director Carlos Saura en la película "Llanto por un bandido", protagonizada por el entrañable y ausente Paco Rabal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario